Cuando mamá Esther dijo que quería un perrito para que le hiciera compañía empezamos a averiguar acerca de razas y cuál sería la apropiada para vivir en un departamento pequeño lleno de adultos. A Yoyo se le ocurrió que debía ser un pinscher enano porque era igual a uno que vio en alguna película y que combinaría muy bien con él. Yo tenía en la mente un Shih-tzu que siempre me han parecido tan graciosos y apachurrables. Entonces Yoyo me contó que ya habían tendio perritos antes, todos pekineses y se sorprendió al ver mi cara de desagrado.
-Es que los pequineses son tan gruñones, que seguro se molestará si lo acaricio cuando vengo de visita.
Mientras nos decidíamos llegó el feriado del 1ero de noviembre y en la mañana una llamada de Kara: "¿No quieren un cachorrito lindo con manchitas tipo dálmata y carita bonita? Mi mamá le está buscando un hogar"
Ese día llegó a la casa de Yoyo un Chilindrino al principio un poco uraño y luego juguetón, sin raza definida que ahora respondía al nombre de Perrín.
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